“Si no comemos, morimos”. Es una verdad universalmente conocida. Sin embargo, el hecho de que los pacientes terminales no coman es menos conocido y difícil de aceptar.
Dar de comer y beber es una acción humana significativa de respeto a la vida y cuidado a nuestros semejantes.
Por lo que a diferencia de otros tratamientos médicos la alimentación y la hidratación tienen en nuestra cultura un significado simbólico.
Sin embargo cuando nos encontramos con un paciente terminal la nutrición y la hidratación pueden ayudar a mantener la vida, sin embargo por sí mismas no pueden restaurar la consciencia ni prevenir la muerte inminente.
La pérdida del apetito al final de la vida es común y esto no reduce la calidad de vida, especialmente cuando se pierde el deseo o no se disfruta el acto de comer.
El objetivo principal de la nutrición al final de la vida es mantener el confort del paciente, por lo que la decisión de implementar, mantener o retirar la nutrición o hidratación artificial debe ser tomada en conjunto: el paciente, la familia y el equipo de salud.
Este tratamiento únicamente debe ser implementado si va traer comfort al paciente, incluso si este es emocional y ayuda a disminuir la ansiedad, las relaciones interpersonales y alivia el sentimiento de abandono.
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