Se le considera microbiota intestinal a todos los microorganismos que habitan en el tracto gastrointestinal.
Su composición depende del huésped, pero también puede ser modificada de manera exógena (con la alimentación). Gran parte de estas bacterias son muy valiosas para los procesos del organismo como la digestión, el metabolismo, la producción de la energía que proviene de la dieta, y la regulación de las grasas. Sin embargo, el desequilibrio entre las bacterias buenas y malas podría contribuir al desarrollo de ciertas enfermedades como la obesidad.
A pesar de que los estudios todavía no logran identificar si es el desequilibrio de las bacterias el que provoca la obesidad o es la obesidad la que provoca el desequilibrio bacteriano, se ha sugerido que mantener una microbiota intestinal sana por medio de la dieta podría contribuir a la pérdida de peso siempre y cuando se modifique el estilo de vida aprendiendo a comer más saludable y realizando actividad física de manera regular.
Por lo que promover la variabilidad de la dieta (consumir diversos alimentos) podría incrementar la biodiversidad en la microbiota y aumentar los genes microbianos que se expresan, los cuales tienen la capacidad de modificar el estado de salud.
¿Cómo mantener una microbiota saludable?
Aumentar el consumo de verduras, frutas y leguminosas ayuda a que el ambiente intestinal sea agradable para las bacterias buenas.
Limitar el consumo de azúcares y grasas, ya que estas proveen un ambiente desfavorable en el intestino, lo cual podría disminuir la capacidad de acción de las bacterias buena.
Consumir alimentos que naturalmente contienen bacterias buenas: lácteos fermentados bajos en grasa como yogurt, quesos blancos, o kéfir.
Consumir suplementos probióticos siempre y cuando sean necesarios (cuando al seguir el resto de las modificaciones alimentarias mencionadas no exista mejora.
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